El presidente y su esposa, la Gaviota por su nombre artístico, practican la sordera de lo que no les gusta escuchar y disfrutan la soledad del poder
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Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en
la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales
incendiados y las fosas cargadas de restos humanos.
Los acompañan las voces solidarias y su cálida presencia en
todo el mapa de México y más allá, incluyendo las canchas de fútbol donde hay
jugadores que festejan sus goles dibujando con los dedos, en el aire, la cifra
43, que rinde homenaje a los desaparecidos.
Mientras tanto, el presidente Peña Nieto, recién regresado
de China, advertía que esperaba no tener que hacer uso de la fuerza, en tono de
amenaza.
Además, el presidente condenó “la violencia y otros actos
abominables cometidos por los que no respetan la ley ni el orden”, aunque no
aclaró que esos maleducados podrían ser útiles en la fabricación de discursos
amenazantes.
El presidente y su esposa, la Gaviota por su nombre
artístico, practican la sordera de lo que no les gusta escuchar y disfrutan la
soledad del poder.
Muy certera ha sido la sentencia del Tribunal Permanente de
los Pueblos, pronunciada al cabo de tres años de sesiones y miles de
testimonios: “En este reino de la impunidad hay homicidios sin asesinos,
torturas sin torturadores y violencia sexual sin abusadores”.
En el mismo sentido, se pronunció el manifiesto de los
representantes de la cultura mexicana, que advirtieron “Los gobernantes han
perdido el control del miedo; la furia que han desencadenado se está volviendo
contra ellos”.
Desde San Cristóbal de las Casas, el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional dice lo suyo: “Es terrible y maravilloso que los pobres que
aspiran a ser maestros se hayan convertido en los mejores profesores, con la
fuerza de su dolor convertido en rabia digna, para que México y el mundo
despierten y pregunten y cuestionen”.
Eduardo Galeano
Diciembre 2014.
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